martes, 16 de junio de 2015

Unos dias antes del día del Padre.

                                            Previo al día del Padre...

Un día de estos de junio pero del año 78, algo así me decía la Maestra Erendida , ya casi para salir de sexto año, una mañana en que a cada uno nos llamó para darnos las "calificaciones:" lo cual fue un extraordinario pretexto para hablar con cada uno...¿por qué en una parte de su platica me hablo así?, no lo se pero siempre lo agradeceré:

"...Dios nunca da la enfermedad o el dolor ni se complace de nuestro sufrimiento, sino que nos destina la salud y la dicha cuyo resultado es la alegría y nunca el padecimiento..."

Y bueno después de este bonito mensaje , que también fue un extraordinario pretexto para una brevisíma croniquilla:


….previo día del padre.


Por ser el tercer domingo de junio es una festividad que a diferencia del día de la madre no mueve multitudes, ni están al tope los restaurantes ni la actividad comercial se mueve en las dimensiones del 10 de mayo. Para ese tiempo ya hemos roto, también alguna alcancía o hemos hecho sociedad con algún hermano para “entre todos” regalar algo más a la mamá

En las escuelas ocurre lo mismo, mientras que para el día de las madres, desde dos o tres meses se han ensayado bailables y el festival en sí mismo, además del trabajo manual de rigor, para esa fecha hemos ensayado el “himno a la madre” y algunos hasta declamaran alguna poesía..

Para el día del Padre recurrimos a la mamá para que nos otorgue un préstamo o recibir alguna sugerencia de regalito.

Ese día vemos a muchos padres ir de “chamarra nueva”, regalito que por cierto no es que sea malo pero de tan choteado, algunos padres muy altivos dicen lacónicamente; “todos los regalos, menos una chamarra”.

En nuestra escuela solamente había una tarjeta, por parte de la dirección a los señores padres: Detalle que no tendría mayor importancia salvo por un detalle un tanto cruel que paso a relatar.

“Al filo de las 10 de la mañana, un día cualquiera que bien pudiera ser el viernes previo al dia del padre,. Llegaba la Maestra Anita y se planteaba en el umbral de la puerta de entrada al salón.

Toc, toc—tocaba— y desde la puerta saludar a la maestra, solicitando su permiso para dar una información… 

La maestra del grupo asentía y al entrar, todos por hábito y por el respeto que nos inspiraba, nos poníamos de pie.

Y así sin más preámbulo decía apoyándose en el pizarrón:

—Los niños que no tengan papá o que no vivan con él que pasen al frente…

Puedo recordar en aquel año de 1975, precisamente en el tercer año, que más de una docena de niños pasaron al frente. Sin decir todos los nombres debo decir que eran muchos, que con la cabeza inclinada pasaban al frente que más bien parecía un patíbulo.
Ahí se mostraba un cuadro de divorcios, abandonamiento y muerte, suena triste pero así era de trágico.

Cuando vi que el niño Rafael Morones se incorporó al frente, lo quise retener, tú no—le dije— pero sin contestar y bajando la mirada se paró junto a los demás niños, ahí podía distinguir las miradas perdidas mirando hacia cualquier lado , menos al frente o a las maestras.

Eran breves segundos, pero para aquellos niños representaba la peor de las realidades.
Bueno y todo este inútil sacrificio ¿para qué era?..

Pues para repartir una tarjetas de felicitación…

Me he preguntado si esa exhibición indebida era necesaria.

No creo que las maestras actuaran de mala fe, pero si con una falta absoluta de sensibilidad.

Un miedo-pavor inexplicable se apodero de mí en esos instantes…un año después, ya en cuarto entendería el porqué de esas miradas a la nada, al interior…

Cada quien recuerda sus miedos y angustias infantiles de manera distinta, algunos lo olvidan o hacen como que no existió, tampoco es algo que te cause un mal irreparable de por vida, es simplemente una imagen de la escuela, solo es eso…ayer leía a Jorge Ibargüengoitia y como en todos los humoristas las más felices escenas y también las más trágicas siempre son de la niñez…

Afortunadamente podemos decir que la alegría era nuestro estado normal y las tristezas eran ocasionales. Aprendimos desde entonces que mantener el humor y la alegría es el mejor alimento para el alma…

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