Las Tortas en los recreos años 70´S
Las
Tortas en los recreos años 70´S
Enviado
por Carlos Roger Priego
el 13/7/2007 14:30:00 (1384 Lecturas)
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Cuando a las 10:30 de la mañana
tocaba la chicharra se escuchaba un clamoroso ¡EEEEEEEE!, era la llamada a
recreo. El plan inmediato era solucionar el problema ocasionado por el rechinar
de tripas y ahí se presentaba un serio dilema multicultural.
Los
"lunch" se dividían en varios estilos; la torta de frijoles negros
era la típica para muchos niños entre los que resaltaban; Alfredo López Negrete, Rogelio, Jesús
Mejía y otros que no recuerdo. No tenemos presente otra imagen— no porque no
hubiera más representantes de esta delicia gastronómica—, sino porque no era la
de siempre; había variantes, una era la efectuada por los hermanos Manuel y
Miguel Aguilar que consistía en agregar blanquillos al fríjol. La técnica era
explicada por los mismos hermanitos Aguilar.
"Somos
10 hermanos —decía ufano Miguel— mi mamá nos hace en una cacerola el fríjol con
huevo mientras mis hermanas ayudan a rellenar los panes; como no nos da tiempo
de desayunar más que un vaso de café con leche, la torta se transforma en desayuno".
Esa
explicación era fantástica pues resolvía un añejo problema, que mi madre
resolvía de otra manera; nos daba un tremendo licuado consistente en dos huevos
y chocolate con el agregado científico que escuchó con —toda certeza en Radio
Red —de un plátano. Con semejante bomba era difícil tener hambre hasta pasado
el mediodía.
Había
tortas de todo tipo en teleras o bolillos, cosa incomprensible para el niño
Daniel Amezquita, quien haciendo gala de sus refinados conocimientos de buena
mesa —y de los cuales su cuerpo era digno representante— aseguraba que la torta
era en telera y no en bolillo, lo cual no parecía inmutar mucho a la niña
Leonora que solía llevar un bolillo con mermelada de fresa, la cual por cierto
no era muy solicitada.
Claro,
y como en buena película mexicana, nunca faltaba el niño que se la pasaba
pidiendo mordiditas, técnica aprendida del popular "chavo del ocho". De esta fina artimaña se hizo experto Pedro
Espinoza de los Monteros. Por supuesto que las primeras víctimas eran las tortas
de jamón, las cuales por extrañísimas razones eran propiedad casi exclusiva de
las niñas. El color rojo concentrado que adquiría la cara de Pedro —cuando algo
le apenaba— se convertía en su mejor arma cuando solicitaba una probadita.
Esto, claro, no lo hacía del diario, salvo en quinto año cuando una niña de
nombre Magali le ofrecía la torta que ella no quería comerse, Pedro la tomaba y
se retiraba al árbol del fondo del patio, Ahí, pretendiendo no ser visto,
devoraba la torta de chorizo con huevo.
Una parte
de los niños del salón tenían ese lunch enviado por sus madres. No recuerdo que
alguien llevara alguna lonchera vistosa, todo era sin marcas y sin superhéroes,
sin cajitas felices. Unas bolsas del pan o simplemente en servilletas suplían a
la lonchera. Algunos, acaso, llevarían cantimplora. Era la sencillez de los
niños antes del TLC.
Los que no llevaban torta:
Claro,
existía una diferencia esencial entre los que tenían madre trabajadora (vamos,
que laboraba fuera del hogar) y los que tenían mamá de tiempo completo. Los
primeros llevaban dinero para comprar.
El
dinero para gastar, del diario, desde 1972 a 1976 fluctuaba entre un peso y
cinco pesos, alcanzaba para la torta, los tacos y el chesco (Pascual Boing que eran los únicos
permitidos vender y luego ya ni esos). Dentro de esos manjares destacaban las
tortas que eran hechas y vendidas por Magda la conserje. Eran altamente
apreciadas y nunca se supo que alguien se enfermara por ingerirlas.
Fuera
de la comida de Magda, solo quedaban los dulces, papas "Bali"
y Gansitos de la cooperativa. Una
excepción lo hacia la "venta" que era una vendimia de comida hecha
por las madres de los alumnos para beneficio de la escuela. Ese acto merecerá
un artículo aparte.
Algunos
no comían absolutamente nada durante el recreo, ya fuera porque desayunaban muy
fuerte, o porque no les daban ni dinero ni torta; eso sí tenían un orgullo muy
fuerte, pues
no pedían mordidas; eso sí prestos estaban y atentísimos cuando se escuchaban
voces de disparar la papas.
El más
pródigo en el noble arte de "disparar" era Rafael Morones, lo cual le
atrajo una gran cantidad de amigos y la sonrisa de no pocas niñas.
Había
una niña muy rubia, extremadamente rubia, que cuando iniciaba el recreo se
acercaba a nuestro salón y sigilosamente compartía con su hermana y las amigas
de esta una gran cantidad de dulces, de todo tipo. ¡Era Paty!, la hermana de la también rubia
Pilar Aguirre. Nunca supimos el origen de tamaño tesoro y dio pie a infinidad
de mitos y leyendas aún hoy día no aclaradas del todo. Las rubias beldades en
ocasiones disfrutaban de unas suculentas tortas de pollo con mole. Siempre se
me antojaron (las tortas) pero
al igual que a muchos niños no se nos daba eso de pedir la probadita. Sin
embargo aparecía —cual
madrina— la famosa galleta, quien siempre lograba
espléndidas porciones de tan deseados refrigerios.
No era
esa la única gracia de la galleta, pues también poseía la mejor torta, al
juzgar de sus contenidos. A ella debo el probar los mejores quesos manchegos y
embutidos de la región.
Como
en toda primaria, que se aprecie de serlo, no podía faltar el gran campeón
cometortas. Este singular sitio era ocupado por Alberto quién podía comerse hasta tres en un solo recreo y esto era
aprovechado por varios niños a los cuales su torta de lentejas o de recalentado
no les era atractiva, cediéndola gustosamente, Alberto no hacia discriminación
alguna y las engullía sin más contemplaciones.
Había
también tortas increíbles como las que se jactaban de comer —pero que nunca
llevaron a la escuela— Samuel Díaz Barriga y Salomón Golberg, nos mencionaban
desde la tradicional de aguacate con sal y nopales, hasta las exóticas: tortas
de plátano, papaya, chile y sandia. Luego Fernado Zurita, a manera de choteo,
les agregaba una inverosímil: de caldo de pollo.
— ¡Eso
no existe!, no es posible— dijo el niño Arturo Salas, quien era ducho en el
asunto.
—Te lo
juro, —
exclamó Fernando, quien desde ese momento mostraba sus inclinaciones hacia la
abogacía y agregó:
—Ve la
torta que trae Guillermina y verás cómo es posible.
—Vamos
de molito con arroz pues es pasable —contestó Arturo, quien cada fin de semana
asistía a alguna celebración familiar.
No
sólo a Arturo, sino a varios nos intrigó de qué era la mencionada torta de
Guillermina.
La
investigación duró varios días; en primer lugar porque la Guille era un tanto
huraña y no siempre llevaba la misteriosa torta. Por fin un día y bajo el aviso
de Minerva Olguín, quien fingiendo querer una "mordidita", nos reveló
el contenido.
Lentamente
quitando el papel de estraza, y la servilleta que lo envolvía, pudimos observar
el bolillo, que en su exterior nos
descubría el contenido, secretamente guardado, pensé que se trataría de
sardinas. Elio sugirió que era de anchoas, mas al destaparse la cubierta de
pan, la gran sorpresa...
Bueno
no era de caldo de pollo en su lugar pudimos ver las letras i, e t, u, y
algunos fideos: era una torta de…
¡sopa de pasta!
Minerva
le regresó su "manjar" a la Guille, quién se había alejado por el
llamado de alguna de sus once hermanas…
…Los desayunos escolares implantados por
Vasconcelos eran reservados solamente para las escuelas de la periferia o las
"consentidas" del régimen, como la Benito Juárez.
Dudo
mucho que el lunch de la Guille pueda clasificarse como "alimento de valor
proteínico", pero cuando en plena demagogia de Echeverría y de López
Portillo se mencionaba la enorme fuente de proteínas que contenían los insectos
y de los cuales se podría alimentar al pueblo, la torta de sopa resultaba ser
una solución más sabia, pariente cercana de nuestra tradicional
"guajolota", es decir la torta de tamal cuyo alto contenido llenador
lo descubriríamos a las puertas de la panadería "La Condesa" frente a
los edificios del mismo nombre.
Siempre
me ha sorprendido la habilidad de las madres mexicanas para dar de comer a sus
hijos, porque en nuestra primaria nadie se quedaba con hambre. Y si no para
esos estaban ahí las tortas de sopa. — ¡Y de caldo de camarón! — agregaría
Fernando Zurita….
Etiquetas: Las Tortas en los recreos años 70´S...Noviembre 2014