LOS RECUERDOS SINIESTROS
Por Carlos Roger Priego.
Caminando
por el centro de la antigua y muy
Noble y Leal ciudad de México, en un templado día de 1997 acompañaba a
dos escritores españoles, uno era hombre y la otra lógicamente era una mujer,
sus nombres. (Maruja Torres) que era la mujer y Juan José Millas que era el
hombre, digo esto porque ahora es necesario aclarar el sexo de los que aparecen
en los escritos, lo cual me parece perfecto; cada quien, con la construcción de
género, que le ha tocado fabricarse y además lo
digo porque como lo habrán comprobado cualquier lector inteligente ,los dos
escritores; el hombre y la mujer
representan a esa legión de progresistas que han encontrado muy de vanguardia
decirse de izquierda porque eso le da un toque muy chic a sus escritos.
—Vamos
que decirse de derechas eso no vende, macho— me decía Juan José, mientras Maruja Torres nos hablaba de
todo lo que le venía a la mente, claro que con dos botellas de vino encima,
bueno no sé porque siempre dicen encima cuando en verdad es adentro, pero valga
la expresión, decía que con esto cualquiera habla de lo que le viene a la mente
y si son españoles mejor.
Con
dos litros de vino los españoles cuentan cosas de lo más variado y divertido,
por ejemplo al caminar por la explanada del Zócalo la comparaban con todas las
plazas que aparecen en sus relatos y las veían como los molinos de viento de
Cervantes y claro no podía faltar la historia de las corretizas que les metían
,mejor dicho que les seguían, bajo la dictadura de Franco como ellos suelen
decir , y es lógico porque sólo las dictaduras meten corretizas nunca en una
democracia a los escritores se les corretea , aunque queda la duda de porque
siempre logran escaparse de esas corretizas infringidas por la dictadura.
Por
fin doblamos a la derecha y nos enfilábamos por la calle de Moneda en uno de esos venturosos días en
que no estaba llena de ambulantes, de pronto y haciendo un hueco en sus
chascarrilos; Juan José dijo:
— ¡Esa
iglesia, esta calle me recuerdan cuando mi padre con fuerza hundía de
pellizcos! — Juan fruncía el ceño y se asombraba como quien descubre la tierra hueca,
yo digo Tierra hueca porque es un "gang" de derechas , porque cualquier izquierdista de medio
cuño hubiera dicho :como quien descubre el paraíso del proletariado.
—Ah vale — dijo Maruja mientras trataba
fijar la mirada (y los pies) en algún punto firme.
—Esto es un recuerdo siniestro, ¿sabéis lo que
es un recuerdo siniestro, eh chavales— nos decía, mientras observaba nuestros
rostros igualitos que si nos preguntaran la aplicación de balanceos
algebraicos.
—Un recuerdo siniestro —nos decía en tono
doctoral— es para el psicoanálisis freudiano, aquella imagen que la asociamos
con alguna vivencia infantil.
La
pura verdad es que nunca he consultado si es verídica aquella cosa, pero me ha
servido para en innumerables veces despertar la atención de damas ansiosas de
ser psicoanalizadas, y yo se los he dicho con intenciones nada cercanas a la
teoría freudiana, y como es lógico le he añadido de mi cosecha incorporando
elementos Jungianos como el inconsciente colectivo y añadiendo algunas
frasecillas de la inmortal obra de Antonio de Lara Tono intitulada "Francisca Alegre y Olé", en la cual
por cierto me divertí mucho. Bueno, ese cóctel entre charla de escritores,
citas pluscuamperfectas del psicoanálisis y frases de teatro, ha sido una bomba
que no me ha hecho millonario pero si me ha dado grandes satisfacciones,
momentáneas, eso sí, pero muy divertidas.
¿Pero a qué viene esto? Ah, sí ya
me acordé. Resulta que el otro día escribiendo en el Facebook, pegué la canción
de —Cartón Piedra—interpretada por Serrat y remitió a mi memoria que cuando la
escuchaba de niño, por alguna extraña razón me provocaba temores, casi como si
fuese una película de terror.
En ocasiones algún hecho tal como por ejemplo
el Terremoto de Nicaragua en 1973, me causaba pánico y más cuando la asociaba a
una canción de los terrícolas llamada "hipocresía"; su chillona
música de teclados era la culpable de esa sensación; o como también el sonido
de "las campanitas tubulares" tema de la película el exorcista, nos
remitía a la mismísima presencia del Chamuco y todavía más cuando los locutores
de la "Pantera" le metían voces.
Por un tiempo escondí aquellos temores para no
ser tachado de ridículo pero luego descubrí con cierto alivio que varios de mis
amigos de infancia, ahora de ya 45 y medio, me platicaron abiertamente:
A) Su temor a los payasos que se vio
reforzado, años después por un churro cinematográfico.
B) Que
la canción de Ma. Baker, provocaba miedo cuando se escuchaba la disque voz de
la protagonista de la historia.
C) Que
el viejo del costal causaba pavor y era legítimo heredero del coco.
D) Que
el hospicio si existía.
Y aquí debo hacer un alto porque serían
innumerables los actos aparentemente inocuos que provocaban temor. Mas había
uno en particular de raíces claramente psicoanalíticas, helo aquí:
Resulta que Elio Zuppini y Daniel Amezquita
platicaron el caso —que había ocurrido
en muchos baños de los cines—, aclaro no se trataba de violines, ni robos era algo peor; aseguraban que: un día un niño
entró solo a un baño y que un joto (sic)
le había hecho una amputación fálica al niño (no sic).(La narración decía: “le corto el pito”)
La nota corrió como pólvora y
por la seriedad de los relatores fue dado por cierto, claro que varios le
metieron de su cosecha como Héctor Reyes quien aseguró que conocía al niño o
Rafael Morones quien había visto la película "Los Cachorros" y
aseguraba que el caso era real.
Así
que aguas con los perros, en los baños públicos, pero nadie iba
solo a un baño público, siempre
estábamos a las vivas, de que no se acercara un perro, en el parque. Y en el
cine jamás se veía entrar a un niño solo al baño… no fuera a ser.
Tampoco
sé si el miedo a la castración —del que habla Freud— es real pero por culpa de
esa leyenda urbana se hizo un temor generacional.
Ahora todos dicen que nunca se la creyeron.
Sin
embargo el Dr. Pedro jamás entra solo a un baño, bueno únicamente…. cuando va al cine.
Etiquetas: Octubre de 2014